Me encontraba frente al mar observando el vaivén acompasado
de las olas en un pequeño peñasco, uno de los pocos lugares donde podía dar
rienda suelta a mi desesperación y serenar un poco mi espíritu sin ser
observada, dada la época del año no era muy frecuentado.
Mi madre se moría… tan solo era cuestión de semanas, quizás
días y necesitaba sosegarme para enfrentar la situación sin demostrar el terror
que me invadía.
Al entrar en la habitación del hospital como cada día solía
decirle, guapa ya estoy aquí y ella me regalaba una amplia sonrisa. Nunca
demostró temor a lo que el futuro le deparara tan sólo se apreciaba en sus ojos
una inquietud por su pequeño, el qué durante años había sido su mayor preocupación
por padecer una deficiencia.
Él era la causa de su
abatimiento y repetía con frecuencia que
suplicaba a Dios que marchase cinco minutos antes que ella, más tarde se
arrepentía manifestando el dolor que le causaría perderlo a él primero.
En los últimos días parecía despedirse a cada momento solía
decirnos, de viejo no hay quien pase, es ley de vida y la mama tarde o
temprano…
Como asumir que se moría, que nada se podía hacer, sólo
darle todos los mimos y todo el cariño posible intentando ignorar sus palabras
gastándole bromas aunque el dolor nos desgarrase el alma.
Los últimos meses los
ingresos en el hospital se hacían cada vez más frecuentes, la tensión arterial
por las nubes, la urea y el potasio eran causantes de la hinchazón de las
piernas. Con un solo riñón no se le podía administrar todo el medicamento que
precisaba ya que lo que era bueno para una cosa empeoraba las otras y así
sucedió, todo lo que en una persona joven eran cositas con posible solución en
ella, con un riñón enfermo, funcionando al treinta por ciento de su capacidad
fue determinante, derivo en la diálisis la cual dado su debilidad no pudo
superar.
Esa noche en particular parecía más tranquila que de
costumbre, los últimos cinco días no había dormido nada se encontraba muy
desasosegada y nos pasábamos cada cinco
minutos cambiándola de la cama al sillón y de este a la cama nuevamente
sin esperar siquiera a los celadores ya
que se impacientaba si no le hacíamos caso. Quizás fue el calmante que le
administraron “eso no lo sabremos nunca”
lo que la sumió en un sueño relajado tan relajado que ya no despertó.
Pasamos toda la noche con sus manos entre las nuestras
acariciándolas, las mantenía tibias cosa poco frecuente en ella y un motivo más
de extrañeza para nosotras. La noche transcurrió placida y al llegar la
madrugada he intentar despertarla para darle los medicamentos no reacciono, se
la llevaron a diálisis y los médicos nos comunicaron que estaba en coma.
Acudimos todos al hospital y cuando estuvimos alrededor suyo
dio un último suspiro, parecía que hubiera estado esperando para despedirse.
falleció el 6 de junio del 2006 a las dos del mediodía,
una fecha en la que se especulaba sería el fin del mundo y no se cuantas cosas
más, para nosotros si fue el fin de nuestro mundo.
He querido escribir
este relato y dedicárselo a mi madre con todo mi amor ya que mañana día 15 de
febrero hubiera sido su 80 cumpleaños.
PD.
Vivió una posguerra con solo nueve años, con la madre
enferma crónica tuvo que hacerse cargo
de su hermana y de su padre cargando con
todo el peso de la casa ella sola.
Madre de cinco hijos, cuatro hembras y un varón, este último
con el síndrome de DOWN. Incansable siempre en sus quehaceres, con amoroso
deleite, consiguió reunir una familia numerosa llena de nietos y biznietos.